
Economía
DESCENSO DEL 1,6% EN ALIMENTOS: LA CAÍDA DE PRECIOS QUE POCOS SIENTEN EN EL BOLSILLO
16/05/2025 - 08:15

El Gobierno parece tener motivos para celebrar: algunos indicadores muestran una desaceleración de la inflación, especialmente en el rubro de alimentos. Sin embargo, ¿qué tan real es ese alivio para el consumidor? ¿Es un cambio estructural o un paréntesis estadístico?
La inflación semanal, en mínimos históricos
Según la consultora Labour, Capital and Growth (LCG), la inflación mensual promedio de las últimas cuatro semanas se ubicó en 0,7%, el valor más bajo desde octubre de 2020. Esto no solo representa una mejora en los números, sino también una herramienta para que el Gobierno refuerce su discurso de estabilización tras la salida del cepo.
Los datos de EcoGo también respaldan esta lectura: en la segunda semana de mayo, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) del rubro alimentos subió apenas 0,4%, lo que proyecta una inflación mensual cercana al 2,2% para mayo. Por su parte, la consultora Equilibra anticipa un 2,5%, también con una tendencia a la baja.
Lácteos, carnes y verduras: claves en la desaceleración
El informe de LCG indica que más del 80% de la caída semanal de precios se explica por el comportamiento de tres productos: lácteos (-4,1%), carnes (-1,8%) y verduras (-4,9%). Estos rubros tienen un peso importante en el índice general y, por lo tanto, su baja impacta positivamente en las estadísticas.
Sin embargo, mientras el 71% de los productos se mantuvo sin cambios, algunos bienes esenciales mostraron alzas: el aceite, por ejemplo, subió 1,9%, liderando las subas. El pan, en cambio, se mantuvo estable.
¿Alivio genuino o veranito pasajero?
Si bien los números muestran una desaceleración concreta, los analistas advierten que aún es pronto para hablar de un cambio de tendencia consolidado. La caída está fuertemente condicionada por productos estacionales, cuya baja puede revertirse fácilmente. Además, la retracción del consumo y la recesión económica podrían estar jugando un papel más importante en esta “baja” de precios que una verdadera política antiinflacionaria estructural.
Los esfuerzos del Gobierno por contener la inflación tras la devaluación y la salida del cepo cambiario han mostrado resultados en lo estadístico. Pero en la calle, el consumidor promedio sigue experimentando dificultades para completar su changuito. El descenso del IPC alimentario no necesariamente implica que los alimentos estén baratos, sino que dejan de subir tan rápido como lo hacían hace unos meses.
El desafío sigue siendo el mismo: sostener la baja sin ajustar más el consumo
El interrogante de fondo sigue intacto: ¿puede sostenerse esta baja sin recesión ni caída del consumo real? ¿La inflación cede porque el plan económico es sólido o porque la gente compra menos? Los próximos meses pondrán a prueba si estos “buenos datos” son consistentes o si solo estamos ante un veranito estadístico que se esfuma con la próxima suba estacional.

